El trabajo
Una tarde de invierno, hace ya más años que pelos tienes en la cabeza, William Morris abría una conferencia con la siguiente advertencia:
La mayoría de la gente opina hoy que todo trabajo es útil, y la mayoría de la gente acomodada que todo trabajo es deseable. Casi todo el mundo, acomodado o no, cree que, aún cuando un hombre realice un trabajo en apariencia inútil, por ese medio se gana la vida: está «empleado», como normalmente se dice; y la mayor parte de los que disfrutan de una posición acomodada celebran al trabajador contento con felicitaciones y elogios, con tal de que sea lo bastante «industrioso» para privarse de todo placer y de toda fiesta en aras de la sagrada causa del trabajo. Resumiendo, ha llegado a convertirse en artículo de fe para la moralidad moderna el hecho de que todo trabajo es, en sí mismo, bueno, creencia muy oportuna para los que viven del trabajo de los demás. Pero a aquellos que trabajan para otros les recomiendo no fiarse y estudiar la cuestión con un poco más de detenimiento.
Ocio y negocio
Más allá de los debates y polémicas académicas sobre el origen del término y asumiendo que los análisis sobre los conceptos y teorías de ocio y recreación no pueden ser universales, si algo parece claro hoy en día es que el ocio como “posibilidad de abstención de las actividades ligadas a la mera subsistencia”, el disfrute del descanso, paz, reflexión, contemplación, meditación y libertad, asociados a no tener que realizar tareas serviles y vinculadas a las necesidades de la vida productiva (privilegio, no lo olvidemos, siempre reservado a una pequeña parcela de “hombres libres”, que algunos dieron en denominar “ocio con dignidad”), ha quedado mayoritariamente reemplazado por el tradicional “pan y circo”, diversión proporcionada por el espectáculo, que tenía como finalidad despolitizar al pueblo, reduciéndolo a la condición de mero espectador.
En su definición por negación, nec otium, el negocio: ocupación lucrativa que ha de generar un “resultado” positivo. Este resultado no ha de ser necesariamente económico; puede ser dinero, pero también relaciones de poder, prestigio, reconocimiento…
Teniendo claro que el progreso, en contra de lo esperado, no ha ampliado y mejorado nuestro espacio y formas de ocio, sino que nos empuja continuamente por el camino de la regresión y siguiendo las recomendaciones del Sr. Morris, hay un planteamiento que a priori parece impecable: estudia la cuestión con más detenimiento, emprende tus propios proyectos. Do it yourself.
Los peligros de “aprender para emprender”
Diccionario básico: start-up, inversores ángeles, micro-formación flexible, innovación, entrenamiento, liderazgo, valores diferenciales…
Manual de instrucciones “aprende y emprende”: Las organizaciones humanas han de ser capaces de desarrollar productos o servicios deseados por el mercado. Necesariamente flexibles, para adaptarse rápidamente a los cambios. Conocimiento específico e innovación como ingredientes fundamentales. Entrenamiento con prototipos. Coste mínimo de implementación. Máximo aprovechamiento de Internet y plataformas digitales. Rápidas recompensas.
Dos cuestiones básicas que no están recibiendo la suficiente atención y conviene recordar aquí:
1. Si cambiamos las reglas del juego, pero no el juego, es evidente que a corto plazo esos hábiles jugadores que sepan “adaptarse” al nuevo escenario, que dominen las nuevas “reglas”, obtendrán cuantiosos beneficios. Pero son procesos que no abren ningún horizonte para el cambio cultural que requiere un sistema en crisis manifiesta. Y para entender esto no hacen falta más que nociones básicas de termodinámica.
2. Se insiste una y otra vez en la “comprensión de necesidades”, pero sospechamos que estas necesidades son, en la mayoría de los casos, las necesidades del mercado. Los ingresos del mercado mundial de bienes de lujo han crecido un 7% en el último trimestre, alcanzando un crecimiento anual total del 10%. El mercado farmacéutico se esta preparando con una partida extraordinaria de ansiolíticos para afrontar la fuerte demanda. Es evidente que el mercado necesita bienes de lujo y ansiolíticos, pero ni los seres humanos somos recursos humanos ni nuestras necesidades son las necesidades del mercado. Esta matización es imprescindible en la tarea de fijar “nuevas prioridades”.
Entendemos la urgencia del momento y lamentamos no tener ningún as bajo la manga para dar recetas milagrosas; sólo algunos hilos de los que tirar y ya veremos a partir de ahí qué nos vamos encontrando, siendo conscientes de que el tiempo apremia. Pero creemos que es importante insistir una vez más en una seria advertencia: En el desesperado intento de buscar una salida, no podemos perder la dignidad.
Es primordial sobrevivir, sí, pero sin enterrar la idea de que debemos sujetarnos los unos a los otros. Si no tenemos esto, qué es lo que somos.
No lo olvides si algún día, entre tanta niebla, se oscurece tu memoria.