cuáles commons

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Una diferencia esencial en el tratamiento general de los Commons nace de los principios de disponibilidad y acumulación, y de cómo determinan sus respectivas lógicas de gestión.

La inflación de commons digitales de los últimos tiempos ha mostrado claramente que la lógica económica -norma del oikos– que (debiera) regula(r) su gestión es la «de la abundancia«; la idea de que la replicabilidad ad infinitum no sólo no agota el recurso, sino que amplifica a todos los niveles su disponibilidad. Por tanto, las tecnologías que favorecen las condiciones de acceso y participación a los «comunes intangibles», no estarían funcionando en contra de los recursos sino, antes bien, contribuyendo a conservar y potenciar su abundancia. Asimismo, en el sistema de libre intercambio de información que propone la cultura Hacker, el free rider en los flujos de información y distribución de contenidos desaparece; los sistemas p2p o de transferencia de datos entre pares no solo no castigan al que acumula, sino que premian esta actitud en tanto que contribuye al flujo y fortalece las redes. El egoísmo -quizás quería decir meritocracia…?- al que recientemente apelaba Linus Torvalds para indicar lo que, a su juicio, es el motor fundamental del desarrollo -técnico- del software libre, cuestionado por muchos movimientos sociales que nacen de su inspiración, señala este dislate:

En cierta forma, creo que en realidad el logro final del Open Source es haber permitido que todo el mundo sea egoísta, no intentar que todo el mundo contribuya al bien común.

muylinux.com

Pero cosa diferente son los «commons tangibles», sometidos a la ley de la escasez, al segundo principio de la Termodinámica y a la entropía, a la olvidada ley universal de la finitud del mundo. La recuperación de esa conciencia del límite, perdida tras la evolución desvariada del paradigma moderno –mathesis y taxonomía para el control del oikos y su explotación ilimitada, la idea de progreso reconvertida en crecimiento-, será esencial para abrir un nuevo proceso civilizatorio constituyente, una trasmutación de esa racionalidad que heredamos del periodo clásico, y para reformular la sostenibilidad. Una nueva gramática cultural, que reterritorialice el caos de la hybris, debiera tener en cuenta esta dualidad -el saber y la materia- y mucho cuidado al trasladar las formas de gestión de lo uno a lo otro. Potenciar la inflación del conocimiento para reorganizar la relación con el oikos.

Forzar una noción común para los diferentes commons, nos sirve para traducir un proceso de territorialización en decadencia -un cierto capitalismo- a los más experienciables términos de (des)apropiación, priva(tiza)ción y destrucción de las condiciones de vida en todos los escenarios posibles: un proceso paralelo a la configuración del sistema actual –espacio estriado-, ha sido la usurpación de los bienes comunes, su desaparición como forma de gestión bajo el argumento del comportamiento abusón. Ahora que Ostrom acaba de fallecer, podemos recordar con ella que la conservación de los comunes, su posibilidad de existencia, dependerá del sistema de reglas que garanticen su gestión.

Tal vez por esto mismo nos veamos ante la posibilidad de que estas dos lógicas de gestión, presumiblemente incompatibles, nos enfrenten a fuertes conflictos; y ante el hecho de que sin cuestionar el antropocentrismo, o deconstruir su proceso de aparición y hegemonía en la cultura occidental a partir del siglo XVII y hasta nuestro antropoceno, sin afrontar la cuestión del límite y la comprensión de la complejidad -estructuras rizomáticas contra las lógicas arborescentes-, no habrá encuentro posible entre ellos y se perderá para siempre la potente capacidad simbiótica de su intersección.

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