Que me dejen tranquilo

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Cambiar la vida

Rimbaud · Fuente: Wikipedia

 Ya lo decía Rimbaud: Hay que cambiar la vida.

Hasta hace poco se suponía que el progreso económico mejoraría la situación de la mayoría de la población y, entre otras cosas, subiría los salarios y reduciría la jornada laboral y la edad de jubilación [1]. Ya nos hemos dado cuenta de que el progreso ha mudado en regresión, y entonces ahora nos preguntamos, como cuentan que hizo aquel a la guitarra: “Tomate, a ver cómo le damos la vuelta”.

Nos pone los pelos de punta percibir cómo se trasladan planteamientos como los de Jack Welch: en una organización [en la sociedad] hay un 20% de gente que hace cambiar las cosas (A), un 70% que son buenos seguidores (B) y un 10% de gente que están fuera de lugar (C). Es curioso como este vocabulario de diferenciación se ha introducido con las nuevas redes, como twitter. Las estrategias de diferenciación en entornos empresariales han sido infalibles para proporcionar beneficios, ¿pero de qué tipo beneficios estamos hablando? ¿y qué están pensando entonces para ese 10% que está fuera de lugar?

 El mal-estar

Hace ya diez años que el colectivo Mar Traful introducía esa idea de “malestar” [2]: Surge un malestar allí donde nuestra vida monetarizada se confunde enteramente con las formas de valorización del capital. En ese lugar donde nuestra vida no nos pertenece, el poder nos deja vivir una vida, que se sustenta en el discurso de lo obvio y que transcurre en el espacio de la ciudad-empresa: “Vive tu vida, sé creativo y haz de tu ciudad un modelo sostenible, donde reinen la paz, la tolerancia y la diversidad”.

Evidentemente, estos son planes que sólo cabe plantearse a partir de X dólares al año. Y esto excluye, cada vez, a un mayor número de gente.

Pensando en “lo social”: los espacios del anonimato

¿Y cómo hacemos para pensar en esto de “lo social”?

Desde Mar Traful apuntaban unas coordenadas que pueden ser un buen punto de partida. El colectivo diferenciaba tres espacios del anonimato, de formas de visibilización de “lo social”:

1) La primera de ellas describe al hombre anónimo, que somos todos. El “yo vivo” significa la defensa de su paz, la defensa de una vida vivida como vida privada en la que lo único que cuenta es -poder consumir, que para eso soy yo quien se parte la espalda, y- que “me dejen tranquilo”. El otro es un extraño y no existe un lugar de intercambio para las experiencias. Hasta no hace mucho, la televisión, con sus programas de realtity show, constituía uno de los escasos ámbitos de intercambio de lo vivido individual y colectivo. [Cabría preguntarse aquí cual es el papel que están desempeñando hoy la tecnología y las redes sociales. Tenemos mucha más información y parece que nos comunicamos mucho mejor, pero a lo mejor pasa que nos estamos mirando menos a la cara y nos estamos abrazando menos].

2) La segunda corresponde a los movimientos sociales en los que el hombre anónimo defiende lo suyo, lo público y lo común, como sucedió en las huelgas francesas de diciembre de 1995, protagonizadas por los trabajadores del sector público, pero que contaron con el apoyo de la mayoría de la población. Ante las dificultades de transporte, la gente empezó a ayudarse mutuamente. Surge el “entre” como lugar de intercambio de las experiencias y el otro como un amigo.

3) La tercera describe lo que ha venido a llamarse movimientos de masas no identificados. Son manifestaciones contra acontecimientos concretos y su característica esencial es la masificación y la imprevisibilidad. Es el hombre anónimo defendiendo la vida. La mayoría de las rebeliones urbanas en EEUU, Inglaterra, etc. tienen como origen la represión policial. La vida pasa a ser vivida como vida única, y el acontecimiento desencadenante, como el lugar de intercambio de experiencias.

Mar Traful nos propone que no es válido pensar en términos de recomposición de un sujeto político colectivo, que todo intento en esta línea es seguir reproduciendo viejos esquemas, proyectando sobre lo “social” horizontes externos de sentido. Luego diremos que no hay “participación” y es que la participación, señores, no cae del cielo. Tendremos que abrir nuevas vías de experimentación, inventar gestos.

Cómo recuperar

http://www.flickr.com/photos/beatriceamberg/

Uno de nuestros amigos expone con acierto los peligros del modelo urbano que se enuncia como “smart cities” o ciudades inteligentes.

Juan plantea a continuación Algunas ideas para la recuperación del espacio público y al leer el texto la sensación es la misma que, un par de años atrás, experimentábamos cuando escribíamos, también para el capítulo de un libro, Propuestas para un plan cultural de acción en materia medio ambiental. Uno se sienta a pensar y al cabo de un rato concluye: así deberían ser las cosas. Y suena bien. A veces incluso suena muy bien. Pero como diría otro querido amigo “Y esto, ¿cómo chucha se hace?”

Tenemos como enviado especial en Suecia a Sergio Galán, experimentando con “Tecnologías para ciudades no competitivas”

[aprovechamos para mandarle un abrazo y exigirle que vuelva urgentísimamente]

Ya hemos hablado en otras ocasiones aquí de las contradicciones en los discursos sobre participación y la pregunta clave, en estos casos, es si se genera realmente interacción, más allá del hombre-máquina. ¿Se inicia una competición para que la música que se escuche en la plaza sea mi música? ¿Puedo soportar la tuya? [Sergio se queja de que por ahí arriba les mola bailar salsa] ¿O podemos gozar todos juntos? Dicho de otro modo ¿Somos capaces de generar el entre?

Probablemente todos tenemos muchos momentos de “que me dejen tranquilo”, otros en los que disfrutamos de ser parte del “entre” y otros en los que formamos parte de la euforia del acontecimiento, sin salir del anonimato.

Probablemente, para ese cambiar la vida, habrá que insistir y experimentar en la creación del entre, a ver si somos capaces de encontrarnos ahí.

Menos “que me dejen tranquilo” y más “tú y yo”. Mucho más de “que suerte estar aquí, contigo”.

[1] José Manuel Naredo, El actual despotismo democrático y sus alternativas. En: Papeles de relaciones ecosociales y cambio global Nº 117, 2012.

 [2] Mar Traful. Por una política nocturna. Ed. Debate, Madrid 2002.

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